La conversión no es el resultado de la reforma moral o el esfuerzo humano de comportarse mejor. Ni es una decisión de “aceptar a Cristo”. Abominamos las prácticas del “decisionismo”, una filosofía que afirma que un pecador nace de nuevo por medio de tomar una decisión de aceptar la verdad acerca de Cristo intelectualmente o en un momento de ser movido por sentimientos emocionales. Bíblicamente, la regeneración no es efectuada en una persona por una decisión que toma; es un milagro del poder sobrenatural de Dios que infunde nueva vida en los que estaban muertos en sus delitos y pecados. El nuevo nacimiento resulta en una transformación radical de la persona entera, de tal manera que es hecha una nueva criatura por el poder creativo de Dios. El arrepentimiento y la fe siempre estarán en operación, instantáneamente y continuamente, en los corazones y en las vidas, de todos los que han sido regenerados por el Espíritu de Dios. La predicación del arrepentimiento en el nombre de Cristo para la remisión de los pecados es un elemento esencial del mensaje del evangelio bíblico. Sin arrepentimiento del pecado, no hay salvación del pecado. Es un error muy grave enfatizar la fe para la negación del arrepentimiento ya que los dos son aspectos esenciales del evento de la conversión. Es el deber de la iglesia enfatizar la naturaleza de la verdadera conversión a menudo en su proclamación de la Palabra de Dios.