Creemos en las 5 doctrinas que resumen la esencia de la diferencia entre los Reformados por un lado, y los Pelagianos y Semi-Pelagianos (Arminianos) por el otro lado.
- La Depravación Radical: El ser humano, por su caída histórica en Adán, es pecador. La corrupción del pecado ha saturado los rincones más íntimos de su corazón y naturaleza, incluso su voluntad, de tal manera que el hombre es incapaz de buscar a Dios, agradar a Dios o iniciar su propia salvación. Todo lo que hace es contaminado por el pecado, y no puede venir a Cristo para salvación a menos que la gracia soberana de Dios obre en poder para llamarlo, regenerarlo, y llevarlo a los pies de Cristo. Sin embargo, la incapacidad del pecador es principalmente moral en naturaleza, y no puede venir a Cristo porque, en primer lugar, no quiere venir a Cristo, y por lo tanto, es responsable y culpable por su falta de fe y obediencia.
- La Elección Soberana: Dios, antes de la fundación del mundo, escogió a un gran número de personas para ordenarlas de antemano para la salvación eterna, no basado en ningún mérito o por la fe que hubiera previsto en ellos, sino por el designio de Su propia voluntad, según su beneplácito, para la alabanza de la gloria de Su gracia. ¡La salvación es del Señor! Sin embargo, esto no disminuye la responsabilidad del hombre ni en lo más mínimo, ni quita la validez y la autenticidad de “causas secundarias” que son medios que Dios utiliza para llevar a cabo Su voluntad soberana.
- La Redención Particular: En los decretos eternos de Dios, el Padre, en Su amor por el Hijo, regaló al Hijo un gran número de personas que serían redimidas por Él para Su posesión especial y para la gloria eterna del Padre. En la plenitud de tiempo, el Hijo vino a la tierra y llevó a cabo la redención de este pueblo en particular para adquirirlos y llevarlos a la gloria con Él. Cristo murió con la intención específica de salvar a este pueblo. Su muerte fue una sustitución real, siendo una satisfacción penal por los pecados de Su pueblo, garantizando la salvación de ellos, y estableciendo la base de su eterna redención. Sin embargo, la expiación de Cristo también estableció la base de la oferta universal del evangelio a toda persona, para que todos los que desean ser salvos puedan tener esperanza que hay suficiente poder en la sangre para salvarlos a ellos. La expiación está limitada en su aplicación redentora, no en su poder.
- El Llamamiento Eficaz: El Espíritu Santo de Dios, durante las vidas de las personas escogidas por la gracia, las convoca poderosamente a comunión con Dios por medio de unirlos eficazmente a Cristo por fe. Todos los escogidos serán regenerados en virtud del llamamiento interno cuando abrazan el evangelio. El Espíritu Santo les aplica todos los beneficios de la obra redentora de Cristo de tal manera que no solo lo hace posible que sean salvos pero realmente los salva. Sin embargo, el llamamiento externo de la predicación del evangelio es para toda persona sin excepción alguna, ya que todos son mandados por Dios y responsables de arrepentirse y tener fe en Cristo.
- La Preservación de los Santos: Todos los que han sido escogidos, redimidos y llamados, habiendo sido salvados por la regeneración y justificación, ciertamente serán preservados y guardados por el poder de Dios de tal manera que el Señor mismo asegura que ellos perseverarán en la fe, la obediencia y la santidad hasta el fin. Aunque es posible que el creyente verdadero caiga en pecado por un tiempo, y por consiguiente, bajo el santo desagrado y la disciplina de su Padre celestial, no puede apostatarse totalmente ni finalmente de la fe. Sin embargo, esto no niega la realidad de profesiones falsas y de falsos conversos que, aunque parecen ser cristianos verdaderos por un tiempo, demuestran finalmente que no habían nacido del Espíritu por medio de su rebeldía al apartarse de la fe.
Aclaración: Además de abrazar las Doctrinas de la Gracia, aborrecemos el híper-calvinismo. Dios es 100% soberano en la salvación del hombre, y el hombre es 100% responsable para esforzarse para entrar por la puerta estrecha y obedecer a Dios. Esta verdad es una paradoja, pero no es una contradicción. La soberanía de Dios y la responsabilidad del hombre son dos verdades que se complementan mutualmente en armonía perfecta. Afirmarlas nos guarda de la herejía del Pelagianismo por un lado, y del híper-calvinismo por el otro lado. El Calvinismo histórico afirma la plena responsabilidad del hombre en la salvación al afirmar que la salvación es totalmente por la gracia.